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Apariencias y sesgos… Así puede conseguir o perder un empleo

¿Cómo plantearía su búsqueda de empleo si supiera que al llegar a la entrevista de trabajo su interlocutor tardará sólo un segundo en tomar una decisión atendiendo a su forma de vestir? El peso de la primera impresión y contratar por las apariencias son comunes en muchos procesos de selección, como lo son también las discriminaciones, sesgos e injusticias que pueden y deben ser combatidas.

Los reclutadores apenas leen los tres primeros párrafos de nuestro currículo. El tiempo medio de atención que dedican a nuestra vida laboral no suele superar los seis segundos, y este nivel de aplicación ha ido decreciendo con los años. Quizá echemos de menos los tiempos en los que la entrega a nuestros méritos laborales por parte de los seleccionadores era de 20 segundos. Ni siquiera lo que dura una canción. Pero si alguien se siente frustrado o escandalizado por esto, debería atender a las conclusiones del último estudio de la Universidad de Princeton, que asegura que los reclutadores tardan sólo un segundo en tomar una decisión de contratación en función de la vestimenta del candidato.
La investigación de Princeton se refiere de alguna manera al sesgo que supone la extracción social y el nivel socioeconómico en las posibilidades de encontrar un empleo. Eldar Shafir, profesor de Ciencias del Comportamiento en la Facultad de Ciencias Públicas Woodrow Wilson de Princeton, concluye que el bajo nivel social implica una falta de respeto por parte de quien selecciona a los aspirantes: «Una misma persona puede ser considerada menos competente si va vestida con ropa más pobre. Y esto comienza en la primera décima de segundo de una entrevista de trabajo».
Jorge Cagigas, socio de Epicteles, se refiere al libro La inteligencia intuitiva, de Malcolm Gladwell, en el que éste explica de dónde proceden las decisiones que parece que se toman en pocos segundos, pero que no son tan simples como parecen. Cagigas coincide en que la mayoría de las decisiones se toman en menos de un segundo, y permanecen intactas: «Tenemos un sistema que nos lleva a que, al ver a una persona, construyamos una opinión rápida que nos posiciona. Una entrevista de trabajo es también una conversación con dos intereses principales: la empresa quiere reclutar al mejor candidato y el aspirante pretende ser elegido. Y todo está condicionado por la primera impresión».
A todos nos gustaría pensar que en un proceso de selección -y en el encuentro definitivo con el reclutador- éste juzgará objetivamente nuestra competencia, sopesando cuidadosamente nuestras acciones y habilidades pasadas. Pero la ciencia se refiere a una serie de factores que influyen en la decisión. La altura, la confianza, e incluso cómo caminamos o cómo olemos puede tener efectos inconscientes en la calificación de nuestra confiabilidad y en la capacidad para realizar nuestro trabajo y ocupar un puesto.
Sigue leyendo aquí el artículo completo publicado en Expansión

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