Por: Reyes Bellver Alonso, Abogada en Bellver Sports-legal boutique y Patrona de la Fundación para la Diversidad.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), las mujeres representan el 70% de quienes trabajan en los sectores sanitarios y sociales, áreas fundamentales en la pandemia que estamos viviendo. Asimismo, las mujeres son quienes asumen en mayor medida los cuidados de personas mayores, niños o del hogar, todo ello mucho más visible en estos días. Son, por tanto, las mujeres las que están más en el foco, pero son ellos los líderes de la lucha contra la pandemia.
Cuando surge una crisis, las grandes olvidadas son siempre las mujeres. Por eso es el sexo débil, porque es lo primero en debilitarse cuando llega una crisis. Se paralizan las políticas de género, desaparece la visión de género en las actuaciones, y se produce un aumento de la discriminación. Las mujeres pasan a un segundo plano, precisamente en los momentos que más se necesita actuar en políticas y estrategias de igualdad.
Desgraciadamente, salvo contadas excepciones como por ejemplo, la del Ministerio de Igualdad del Gobierno de España en torno a medidas específicas para prevenir y atender la violencia de género durante el COVID-19, en términos generales no se están teniendo en cuenta las cuestiones de género en las decisiones que los líderes mundiales están tomando frente a la pandemia. Tampoco se están llevando a cabo análisis con perspectiva de género sobre el impacto de la crisis en la economía o el empleo, muy dañados por el virus. Es por ello que, el pasado 8 de abril, la comisaria de Igualdad Helena Dalli hizo un llamado[2] a todos los Estados miembro para que la respuesta al COVID-19 tomara en cuenta las necesidades específicas de las mujeres y de otros colectivos de la población como las personas adultas mayores, con discapacidad, en situación de calle, entre otras.
Lo estamos viendo en todos los sectores, pero me centraré en el mío, el deporte. El deporte, que puede servir de instrumento para la consecución de objetivos tan importantes como la igualdad de género, Objetivo de Desarrollo Sostenible nº5 de la Agenda 2030, aún no ha dado un paso al frente en términos de igualdad, sino todo lo contrario. No dejamos de leer que todas las competiciones deportivas se han pospuesto o cancelado. Centrándonos en el fútbol, prácticamente todas las ligas europeas (a excepción de la Liga Premier de Bielorrusia) y la mayoría a nivel mundial (siguen competiendo en Nicaragua, Burundi y Tayikistán), están paralizadas a la espera de ver cómo se desarrolla el COVID-19. Sin embargo, son contadas las páginas que ocupan las competiciones femeninas. En concreto, poco se habla de la cancelación de otra competición importante, la Eurocopa de fútbol femenina en Inglaterra, prevista para julio 2021 y que no podrá realizarse en esas fechas por la inclusión de la masculina en ese verano, además de los Juegos Olímpicos de Tokio, ambos pospuestos para 2021. Hay que dejarle hueco a la Eurocopa masculina, aunque ese hueco implique olvidarse del torneo femenino, ya que, a día de hoy, aún no se sabe en qué fecha se disputaría, probablemente en 2022.
Sin embargo, la culpa no es exclusiva de los dirigentes que deciden sobre los calendarios, intentando encontrar lo más satisfactorio para los aficionados y los torneos, que nadie duda que son en mayor medida masculinos. La culpa es de la falta de liderazgo que impera en el mundo. ¿Cómo pretendemos obtener respuestas justas, en términos de igualdad, si no tenemos líderes que sean capaces de trabajar en liderazgo inclusivo o igualitario? ¿Cómo pretendemos no dejar de lado a las mujeres y sus competiciones, si no se trabaja desde las instituciones o los gobiernos con un enfoque de género? La diversidad, la igualdad, la inclusión, todo ello se trabaja y debe tener su origen en los puestos directivos, para poder marcar el camino adecuado de cada institución, entidad o incluso gobierno.
Otro problema adicional es que no tenemos prácticamente datos de género en el deporte, más allá de licencias o datos en el fútbol, el deporte más desarrollado, y donde la FIFA trabaja con una verdadera estrategia. Pero cuando llega una crisis como la que vivimos, con un impacto económico y como no, social, que aun no somos capaces de vislumbrar, es muy importante que existan datos por género para poder trabajar en las estrategias y conocer los efectos. Y aquí no hablo solo del deporte. La desagregación de datos por sexo es el primer paso para poder elaborar políticas con una verdadera perspectiva de género.
No caigamos en el error de, como siempre, responder ante una crisis de una manera neutra en cuanto al género. Somos diferentes, tenemos necesidades diferentes y requerimos de acciones diferenciadas para minimizar el impacto del COVID-19 en nuestro país y en el mundo entero. Eso sí, se debe trabajar en conjunto, ya que la igualdad de género no es asunto exclusivamente femenino.
Las crisis abren también escenarios nuevos y oportunidades, que serán sin duda exitosas, si no dejamos de lado la visión de género en nuestro liderazgo.
[1] La transversalidad o mainstreaming de género, se define como «la organización (la reorganización), la mejora, el desarrollo y la evaluación de los procesos políticos, de modo que la perspectiva de la igualdad de género se incorpore en todas las políticas, a todos los niveles y en todas las etapas, por los actores normalmente involucrados en la adopción de medidas políticas» (Definición del Grupo de Expertos del Consejo de Europa, 1999).
[2] Ver comunicado